Salvador Martínez Tarín / El contexto de almansa

EL CONTEXTO DE ALMANSA

El 25 de abril de 1707 se enfrentan en Almansa las tropas de los aliados del archiduque y el ejército borbón comandado por el duque de Berwick. 

Salvador Martínez Tarín / No se puede esperar a mañana

Rueda el año 1707. Acaba de empezar la Edad Moderna y Valencia ya ha sido sometida a los rigores del absolutismo monárquico que impuso el destino de los europeos hasta la explosión revolucionaria del proletariado de finales del XVIII.

Quedan atrás: la gran peste de 1519, la revuelta agermanada, el poder autónomo de las ciudades y las últimas Cortes, que se reunieron en 1645.

Salvador Martinez Tarin - El contexto de almansa

La organización feudal está en pleno apogeo. Príncipe, nobleza y clero se disputan el poder político en constantes escaramuzas, mientras el pueblo llano constituido mayoritariamente por siervos, se defiende de las inclemencias de la naturaleza y de los tributos, sisas y generalidades que los estamentos feudales les imponen para financiar sus haciendas. Artesanos, comerciantes y escribanos, celosos custodes de sus recién conseguidos privilegios, aspiran a mejorar las condiciones de una incipiente burguesía y actúan como marionetas del Rey en su lucha contra los señores feudales. Más allá, los “primus inter pares”, fortalecidos por siglos de alianzas matrimoniales y mezclas de consaguinidad, se reparten el territorio y concentran el poder hasta hacerlo absoluto. Las dinastías monárquicas rivalizan por constituir el imperio, un empeño disparatado que la humanidad repite desde los orígenes hasta nuestros días. Son tiempos revueltos y difíciles para la supervivencia de las personas.

En España, la muerte de Carlos II, un habsburgo sin descendencia, es la excusa de una guerra entre dinastías para conseguir la hegemonía en Europa. Borbones y Habsburgo se enfrentan en la guerra de sucesión a la corona hispánica y sus valedores son el duque de Anjou y el archiduque Carlos de Austria.

Coronado el duque de Anjou con el sobrenombre de Felipe V, ante el temor del resurgimiento del imperio francés, Inglaterra, Holanda, Austria, Portugal y algunos príncipes alemanes otorgan la Alianza de la Haya y declaran la guerra a Francia en 1702. Los aliados proclaman al archiduque Carlos sucesor legal al trono español.

Los dos ejércitos se preparan buscando apoyo entre la población de España. El pueblo castellano opta por defender la causa felipista, mientras el programa federalista del archiduque Carlos seduce a una periferia en plena expansión económica que se alza frente a una Castilla decadente y arruinada.

Mientras las tropas del archiduque se nutren fundamentalmente de campesinos, clases medias ciudadanas, parte del clero, algunos profesionales liberales y nobles austracistas; el poder de Felipe V reside en los campesinos de realengo, en la gran nobleza terrateniente, la alta jerarquía de la iglesia y los franceses afincados en España.

Aunque cuantitativamente el contingente humano fue superior en la parte austracista, cualitativamente el peso económico de la nobleza definió el resultado de la guerra. El poder de los nobles ante el monarca condiciona la evolución de los acontecimientos tanto en lado austracista como en el borbón.

A los partidarios del archiduque se les denomina maulets, diminutivo de maula, que en castellano es persona perezosa y mala cumplidora de sus obligaciones, ser taimado o bellaco.

De la otra parte, los seguidores de Felipe V son conocidos como botiflers (derivado del francés beauté-fleur), partidarios de la bella flor o “flor de lys” incluida en la simbología heráldica de los borbones franceses, que en catalán se entiende por persona presumida o arrogante que va con los enemigos de su tierra.

La guerra empieza en 1705. La flota aliada apareció en Lisboa el 13 de julio de 1705. Estaba compuesta de 17 navíos holandeses y 47 ingleses. Se decide atacar Cataluña en primer lugar para aprovechar el movimiento antifelipista que predomina entre los catalanes. Peterborough, almirante de la flota aliada, promete a los que asuman la causa del archiduque Carlos la conservación de la religión, privilegios y cargos.

La primera ciudad tomada fue Altea, donde no hubo resistencia. Desde allí el grueso de la flota parte hacía Cataluña con el archiduque.

Los representantes de los austracistas desembarcados en Altea prometen la abolición de los derechos señoriales como señuelo para atraerse a los campesinos valencianos. Forman un ejército, y por tierra y mar atacan Denia, que hubo de rendirse. Desde el Marquesado de Denia la rebelión se extiende por la comarca de la Marina.

Felipe V, más preocupado con la pérdida de Cataluña que en la defensa del virrey de Valencia, retira sus tropas de este territorio y las traslada Barcelona. La guarnición que queda en la ciudad se sufraga con un nuevo impuesto sobre la carne del que estaban exentos ¿cómo no? los nobles y la iglesia. La exacción de este impuesto genera descontento entre los campesinos y la burguesía de la ciudad que comienzan a manifestarse partidarios del austriaco. Con muy pocos efectivos pero acompañados de un ejército de campesinos valencianos, los partidarios del archiduque conquistan Valencia sin encontrar apenas resistencia.

El gobierno que instauran los partidarios del archiduque Carlos no difiere especialmente del precedente borbónico. Los gastos de la campaña de guerra se sufragan con la imposición de nuevos impuestos sobre los vasallos, mientras nobles e iglesia siguen exentos de contribuir. Algunos nobles botiflers se exilian voluntariamente, otros se muestran partidarios del archiduque para evitar confiscaciones y la nobleza austracista toma posiciones. El discurso federalista y la promesa de abolición de los nobles privilegios había sido un reclamo para atraer a las masas y la situación queda como al principio de la contienda: los señores mantienen su poderío y persiste la explotación de los vasallos.

En septiembre de 1706 el archiduque Carlos se refugia en Valencia huyendo de las tropas del duque de Berwick que lo persiguen desde Madrid. En ese tiempo las tropas felipistas se recrean en la recuperación de ciudades valencianas y alicantinas, saqueando, incendiando y destruyendo pueblos y humillando a sus moradores. En marzo de 1707 el archiduque abandona Valencia convencido de su inminente caída en poder de los felipistas y emprende la marcha hacía Barcelona.

El 25 de abril de 1707 se enfrentan en Almansa las tropas de los aliados del archiduque y el ejército borbón comandado por el duque de Berwick. El 8 de mayo las tropas borbónicas entran en Valencia con la promesa de clemencia del duque de Orleans, Jefe Supremo de las tropas felipistas, si no se presenta resistencia. El perdón prometido no se cumple y apelando al derecho de conquista, que se justifica en la comisión del delito de rebelión por los habitantes del Reino de Valencia, el 29 de junio de 1707 Felipe V decreta la abolición de los fueros e impone las leyes, usos, costumbres y tribunales de Castilla.

Para la población llana, el efecto inmediato fue, una vez más, el incremento de los tributos forales con los impuestos de nueva planta castellana. Desaparecen los privilegios e instituciones particulares que surgieron con las cartas pueblas de los tiempos de la reconquista y se unifican las leyes y órganos de gobierno que pasan a depender completamente de las decisiones del consejo de gobierno que preside el rey. No obstante, Felipe V preserva los intereses de nobles y clérigos, incluso los potencia recuperando peculiaridades del régimen feudal valenciano, dentro del juego de fidelidad y equilibrio de fuerzas que requiere el ejercicio del poder absolutista.

El rey lleva a cabo una política de anulación completa de símbolos, lengua, instituciones y normas antiguas y propias del territorio, con la finalidad de dificultar un futuro levantamiento e implantar sin fisuras el poder real en Valencia. El reino de Valencia queda subordinado al poder central de la monarquía borbónica.

La iglesia fue en buena parte seguidora del archiduque Carlos como consecuencia del reconocimiento que este hace de la autoridad papal. No obstante, el vencedor Felipe V respeta los privilegios de la iglesia durante la nueva planta. Se la mantiene en sus bienes y jurisdicciones considerando que no se ha cometido rebelión porque la Iglesia, como institución, no debe responder de los delitos cometidos por los individuos que la componen.

Tras la muerte en 1711 del emperador de Austria, José I, el archique Carlos es coronado emperador y adopta el sobrenombre de Carlos III. Los aliados de La Haya recelan ahora de su valedor, que trata de conseguir el poder imperial que niegan al rey borbón, y le retiran apoyo y financiación forzando la paz de Utrecht (1713), donde acaba el imperio español en Europa. Felipe V fue reconocido rey de España a cambio de ceder a Austria los Países Bajos y las posesiones españolas en Italia, a Saboya el reino de Sicilia, a Portugal la colonia de Sacramento, y a Inglaterra: Gibraltar, Menorca e importantes concesiones económicas en América.

La guerra de sucesión termina con el Tratado de Viena en 1725, dieciocho años después de la abolición de los fueros valencianos.

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Salvador Martínez Tarín / No se puede esperar a mañana