Salvador Martínez Tarín / La crisis y la desaparicion del estado.

LA CRISIS Y LA DESAPARICION DEL ESTADO

La prosperidad indefinida que predica el liberalismo, el calentamiento global ha demostrado que el crecimiento ilimitado y la constante creación de valor es una fantasía, un espejismo para ignorantes incapaces de sentir el planeta como un entorno limitado y sensible que necesita ser cuidado.

Salvador Martínez Tarín / la crisis y la desaparicion del estado.

Tras la desintegración del comunismo con la caída del muro en noviembre de 1989 el capitalismo se ha impuesto como la única ideología capaz de satisfacer las necesidades del desarrollo humano. El modelo capitalista de principio del XXI, adoptado incluso por los antiguos rivales comunistas, ancla sus cimientos en el liberalismo ultraortodoxo impuesto por la doctrina política conservadora de la que fueron actores principales Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Lleno de entusiasmo en su papel de sheriff del mundo Reagan nos dejó una frase para la posteridad: “el Estado no es la solución, es el problema”, una expresión perfecta de la aspiración individualista liberal que abdica de lo colectivo para beneficio del sujeto más fuerte mientras la sociedad, entretenida con el consumo, sigue regida, como siempre, por la ley de la selva.

Salvador Martínez Tarín / la crisis y la desaparicion del estado.

Más de una ideología admirada en los últimos dos siglos se refiere al paraíso de la desaparición del Estado, pero es el liberalismo, la doctrina económica desarrollada durante la ilustración por John Stuart Mill, Adam Smith y David Ricardo, la que a partir de la mínima intervención del Estado asegura que se conseguirá una sociedad más igualitaria y el aumento indefinido de la prosperidad. El liberalismo se presenta como la doctrina más capaz de conseguir el ideal humanista de paz, hermandad y prosperidad, promoviendo el esfuerzo individual cuyo éxito está garantizado si se saben aprovechar las oportunidades.

La igualdad entre los seres humanos es un concepto que forma parte del pensamiento utópico pero eso no cuenta para el liberalismo que, en la practica, solo reconoce una igualdad sin matices, sin consideración alguna a la necesidad de tratar de forma diversa al diferente o de compensar los desajustes que produce la errónea ley de igualdad de oportunidades .

En cuanto a la prosperidad indefinida que predica el liberalismo, el calentamiento global ha demostrado que el crecimiento ilimitado y la constante creación de valor es una fantasía, un espejismo para ignorantes incapaces de sentir el planeta como un entorno limitado y sensible que necesita ser cuidado. La noción de finitud no se concilia con el liberalismo que concibe el entorno como fuente inagotable de recursos y conduce a la humanidad hacia la superproducción promocionando un orden económico expansivo que hace cada vez más evidentes los contrastes entre el lujo y el hambre en todo el mundo, demostrando que ni tan siquiera el acceso a los bienes de primera necesidad esta garantizado.

El liberalismo, como el existencialismo y el anarquismo, toma al individuo humano como unidad central de análisis pero a diferencia de estas ideologías el pensamiento liberal considera que el principio de justicia se cumple simplemente con que todos los individuos tengan potencialmente las mismas posibilidades de acceder a cierto bien social o económico. El liberalismo se queda en ese punto porque según sus partidarios no hace falta nada más y cada cual es responsable de su propio fracaso si no consigue satisfacer razonablemente sus necesidades. Frente a una concepción solidaria y cooperativa del individuo en sociedad, el liberalismo fomenta el individualismo y obliga al sujeto a lidiar a solas con las circunstancias de su nacimiento, el entorno social y toda una infinidad de cosas que hacen diferentes a unos de otros. Para nada le importa el resultado en términos de igualdad, solo atiende a la posibilidad de acceso y con que el camino este abierto formalmente para todos considera que ya existe la igualdad de oportunidades.

Al capitalismo liberal le sobran la comunidad y la cosa pública y desde que fue adoptado como sistema global de funcionamiento económico las consignas de los líderes liberales no han tenido otra finalidad que contribuir a la desaparición del Estado. Desde su origen el fin principal del liberalismo en lo económico ha sido el derrocamiento de cualquier clase de economía colectiva. El modelo liberal se ha empeñado y ha conseguido desmantelar toda posibilidad de gestión colectiva de la economía sometiendo toda la actividad productiva y comercial a los dictados del mercado, la institución liberal por excelencia que gobierna nuestro destino y somete la política social de los Estados modernos. Para llegar a ese punto, el liberalismo económico lo ha contaminado todo, hasta los políticos de la confundida izquierda se han empachado con privatizaciones y medidas de liberalización de la competencia.

En los últimos veinte años el triunfo del neoliberalismo ha sido discreto consiguiendo sus objetivos sin hacer demasiado ruido ni celebrar sus éxitos con excesivo entusiasmo. Mientras los Estados socialdemócratas reducían los impuestos sacrificando el principio de distribución de la riqueza en busca de la expansión de la economía, los ricos que en otro tiempo estaban obligados a contribuir se han transformado en exigentes acreedores de los Estados soberanos endeudados en el mercado global de los capitales . La estadística oficial lo demuestra , en el periodo 1967-1987 el porcentaje sobre el PIB de los ingresos de los Estados desarrollados pasó de un 26,9% a un 36,3%. Es decir, la presión fiscal se elevó diez puntos en la época dorada de la construcción del Estado del bienestar. Sin embargo en el periodo 1987-2007, las décadas del “consenso de Washington” , ese mismo porcentaje evoluciono del 36,3% al 38% del PIB. Poco más de un punto de aumento de presión fiscal en los últimos veinte años. Al mismo tiempo que disminuían los ingresos tributarios con importantes ahorros para los partidarios del liberalismo la deuda de los Estados pasó del 55% del PIB en 1987 al 100% en 2007. Los gobiernos de finales de siglo reducían los impuestos para favorecer la expansión de la economía sustituyendo la disminución de sus ingresos con endeudamiento para mantener los servicios públicos, cediendo al mercado la soberanía que la ciudadanía les había confiado.

Esta claro que lo que en el modelo liberal no se recauda por impuestos se obtiene de la deuda pública, con la diferencia de que mientras los impuestos no se devuelven la deuda pública sí y con intereses. Tal es la trampa mortal que la propuesta liberal contiene en sí misma, el Estado desaparece por bancarrota porque nunca podrá devolver lo que toma prestado y la iniciativa privada, el mercado, se hace cargo de la administración concursal de la cosa pública. Esto es lo que ha pasado y está pasando, nada de crisis, estamos asistiendo a la última fase del capitalismo, la que trae la desaparición del Estado como consecuencia de su quiebra programada y planificada por la teoría económica neoliberal.

Autor:

Salvador Martínez Tarín / la crisis y la desaparicion del estado.