Salvador Martínez Tarín / No se puede esperar a mañana
NO SE PUEDE ESPERAR A MAÑANA
Entre las lágrimas de su Presidente, la COP 26 ha concluido con un acuerdo ficticio que algunos llaman “Pacto Climático de Glasgow”.
Salvador Martínez Tarín / No se puede esperar a mañana
Las conclusiones de Glasgow son una ficción porque no son un acuerdo, ni quieren serlo. No van más allá de ser un pronunciamiento de trámite para salvar una de las periódicas revisiones de la cuestión climática pactadas en el Protocolo de Kioto, que sí es un acuerdo adoptado en el marco de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
Desde el giro dado en Paris (COP 21 de 2015), la lucha global contra el cambio climático está sometida a un voluntarismo político tan poco aconsejable como el clima-escepticismo.
La sustitución de los acuerdos por recomendaciones, sobre las que prevalecen los objetivos autoimpuestos por los Estados, responde a la tradición del consenso internacional como fuente de los convenios internacionales, pero es manifiestamente insuficiente en la situación actual de “Emergencia Climática” declarada por una clara mayoría de entidades públicas locales y autonómicas, y reconocida en enero de 2020 por el Gobierno de España.
Así, por muy estimulantes que puedan parecer las comunicaciones o anuncios de transición ecológica que surgen de las organizaciones internacionales y los gobiernos nacionales, lo cierto es que el contenido no deja de ser un “bla, bla, bla” (como dijo Greta). Pura charlatanería llena de referencias gloriosas, pero carente de compromiso ambiental. Llena de mensajes emitidos con lenguaje político, eslóganes de campaña, tan voluntaristas como la mayoría de los programas de cualquier partido político.
Los que no parece que estén de acuerdo son los científicos. Hay que reconocer los esfuerzos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC de sus siglas en inglés) para explicar el alcance del problema y la urgencia de la adopción de medidas de mitigación. Pero es de suponer la decepción de todos aquellos que llevan años dedicando un gran esfuerzo para medir e interpretar los efectos del carbono sobre el clima.
Cosas de políticos, que igual utilizan al técnico para justificarse, como lo ignoran cuando sus advertencias requieren una modificación del estatus quo que entrañe un riesgo para su liderazgo.
La conclusión de la conclusión de la CP 26, no es otra que la constatación del mal momento de la lucha internacional contra el Cambio Climático. Prueba de ello es una de las cuestiones abordadas durante el encuentro en Glasgow, que versa sobre la liquidación de derechos de emisión que algunos Estados han gestionado, impunemente y de forma fraudulenta, para obtener el doble de la retribución que les hubiera correspondido.
El ecologismo se toma tan en serio la emergencia climática, que no le queda otra que rebelarse contra la pereza de los actores de la lucha global y potenciar la acción reivindicativa en la proximidad, centrando la atención en lo “glocal”. Exigir rigor en la evaluación ambiental de planes y proyectos del territorio que habitamos. Oponerse a las infraestructuras incompatibles con la transición ecológica y con la justa distribución de los recursos públicos.
Nosotros, mientras podamos, no esperaremos a mañana. Seguiremos defendiendo el bosque, prefiriendo la reducción al reciclaje, la bicicleta al coche, las renovables al carbono, oponiéndonos a las nucleares, y pidiendo más transparencia y mejor participación en los asuntos ambientales de la Comunidad Valenciana.
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