Salvador Martínez Tarín / Turisteo sin límites

TURISTEO SIN LÍMITES

Se omite toda referencia a los impactos medio ambientales del turismo en masa. Nada se dice del CO2, ni de la contaminación derivada del impacto de las actividades humanas.

Salvador Martínez Tarín / Turisteo sin límites

Turistear no es exactamente hacer turismo. Se trata de un fenómeno de la postmodernidad que se ha instalado en algunas sociedades occidentales inspirándose en el concepto de “low cost” o bajo coste. Su objetivo es involucrar progresivamente al mayor número posible de ciudadanos en el consumo en masa de productos turísticos. Destinos remotos y atractivos hasta la exageración, que se ponen a nuestro alcance por poco dinero o por un dinero que podamos pagar, baratos en lo económico y caros en términos de desgaste y transformación del planeta.

Salvador Martínez Tarín / Turisteo sin limites

Detrás del concepto de “low cost” se oculta una eficaz ingeniería de procesos que se aplica tanto a la gestión de las infraestructuras de transporte, restauración, ocio o alojamiento, como a la gestión urbana de los centros históricos de las ciudades, de los espacios naturales o de los complejos recreativos, incluidos los eventos deportivos, los parques de atracciones y las tiendas de suvenires. Todo puede ser objeto turístico. Las casas, las personas, la comida, la ropa, los animales. Cualquier cosa con los adornos convenientes, una vez incluida en un circuito, se convierte en fuente de admiración para los grupos de turistas que en alguna ocasión pueden ser vistos fotografiando papeleras, farolas o fuentes de cuyos caños ya no sale el agua.

Turistear es consumir turismo en masa y eso es posible gracias a las empresas del sector aéreo y hotelero que se interrelacionan, y han centrado sus políticas empresariales en el aprovechamiento completo de los medios materiales de que disponen. Las compañías aéreas y los consorcios hoteleros crean paquetes con su oferta futura que se valoran con criterios de incertidumbre, siendo los que más ventaja económica proporcionan aquellos que resultan más inciertos. Estos paquetes se comercializan entre distribuidores profesionales que luego los ofrecerán al público por todos los medios posibles y, cada vez más, por internet. Se llega a más gente y se reducen los precios porque se aprovechan intensamente los recursos hasta que se cuelga el cartel de completo porque no cabe nadie más y están todos bien apretaditos. El secreto está en venderlo todo al principio, traspasando el riesgo cuanto antes y reservando la mejor parte para el final.

Como resultado de la fragmentación de la oferta se llenan aviones y hoteles con precios asimétricos, de tal manera que se puede viajar en la misma fila de avión habiendo pagado precios diversos, entre diez y diez mil, dependiendo del momento de la compra, de la tarjeta de puntos que te enreda en la fidelización o de la vinculación del billete a una reserva de habitación de hotel.

Las agencias turísticas actúan a nivel global y se han fortalecido con la famosa globalización de la economía. Con la publicidad venden paisajes ideales, monumentos únicos, viajes inolvidables que seducen nuestra necesidad de conocer, avivan nuestra curiosidad y nos empujan a turistear con vuelos baratos, hoteles regalados y actividades de aventura. El mensaje es potente porque se presenta como irresistible y cuestiona la autoestima cuando la propia experiencia se pone en relación con los magníficos relatos de viajes de ensueño que, más de una vez, hemos escuchado de amigos y familiares. Ni siquiera los documentales de la tele pueden calmar el ansia por ser el protagonista de la realidad que provocan esos mensajes publicitarios de perfecta resolución estética. Tampoco ayudan los programas sobre viajes o los que cuentan la vida de otros de nuestra tribu que habitan en tierras lejanas y nos las presentan con satisfacción, como si se tratará de una oportunidad, omitiendo inconscientemente la parte aburrida de la cotidianeidad.

Pero la publicidad no cuenta toda la verdad del precio de hemos de pagar. Se omite toda referencia a los impactos medio ambientales del turismo en masa. Nada se dice del CO2, ni de la contaminación derivada del impacto de las actividades humanas. Tampoco se informa adecuadamente sobre overbooking, retrasos, pérdidas de equipaje, sobrecostes inesperados, ni sobre los insufribles shopping programados en los paquetes turísticos que persisten en la idea del consumo, aunque solo sea de imanes para la nevera.

Ya no se trata de viajar por el placer de conocer o la necesidad de emigrar. Ahora lo que importa es coleccionar lugares y símbolos turísticos, poder referirse a cuantas más historias posibles y fotografiarse de distintas maneras sobre un fondo de imagen famosa que más tarde puede servir para recordar o para comparar. Solo se es importante cuando se viaja y más importante cuanto se viaja más. Por eso el turisteo, el turismo en manadas, está cambiando el mundo con la oferta de circuitos que mejoran la valoración en la escala social al mismo tiempo que dejan fuera de la escala a otros, los que emigran a la fuerza, los que no viajan por problemas económicos y los que, como yo, sencillamente no vemos que el turisteo merezca la consideración de artículo de primera necesidad.

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Salvador Martínez Tarín / Turisteo sin límites