Salvador Martínez Tarín / Con muros no hay libertad

CON MUROS NO HAY LIBERTAD

Vivimos en una sociedad repleta de muros, clasificaciones y con una tendencia potente a la contracción interior, sostenida por una especie de profilaxis esterilizadora que nos va a dejar sin ideas, sin planeta y sin posibilidades de evolucionar.

Salvador Martínez Tarín / Con muros no hay libertad

El Universo se expande porque no ésta contenido por ningún muro. En el espacio, la materia interactúa en constante movimiento sin sujeción a ningún límite, organizada por una armonía de fuerzas que se rigen por las leyes naturales de la física cuántica. El profesor Hawking lo demostró y se enfrentó a la crítica enfurecida de los monótonos creacionistas.

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Los muros no son naturales, son humanos y, particularmente, muy sociales. Los primeros muros eran pequeños, a la entrada de la cueva, destinados a proteger la comida y la prole, resguardarse del viento y de la lluvia, y acumular el calor de los primeros fuegos. Con la aparición de la tribu, los hombres asumen el rol del lobo y los muros se hacen murallas para la defensa y la conquista, trincheras frente al invasor y armas para la guerra. El muro se desarrolla como delimitador de un lugar donde permanecer privado de libertad. Las cárceles, prisiones y mazmorras se utilizan para el cautiverio de enemigos vencidos, mujeres, enfermos mentales, desposeídos, diferentes y algunos delincuentes de verdad.

Desdé la Edad Antigua los muros han desarrollado en lo simbólico una doble función. Por una parte, se levantan para impedir el acceso del extraño al grupo, pero por otra, se disponen de tal manera que se consiga el vasallaje de los miembros del grupo, potenciando o imponiendo la dependencia. Esto es posible porque los muros tienen un intrínseco carácter delimitador o clasificatorio, y emiten, simultáneamente, una fuerza centrífuga que se proyecta fuera del muro y expulsa al diferente cuanto más lejos mejor. Y una fuerza centrípeta, que atrae irremediablemente hacia el eje donde reside la fuerza social que somete a todos los que se encuentran en el espacio de confort, o de la conformidad, que ha quedado atrapado por el muro.

Este debate entre el interior y lo exterior es una de las constantes del humano moderno, si bien, los nuevos muros no están hechos de piedra, ni tan siquiera son todos analógicos, ahora también se crean muros con el acceso digital. Algunos individuos se contraen, creen, se adaptan, pero rechazan cualquier cambio que provenga del exterior. Otros se proyectan al exterior, descreen, evolucionan asimilando todo lo nuevo y distinto que la vida pone a su disposición. Tanto el que se contrae como el que se proyecta se pierden algo, porque los muros hacen que pierdan los dos. Si hay un muro es seguro que hay algo que ha quedado fuera y que no será conocido dentro. De la misma manera que los de fuera del muro no podrán conocer lo que hay dentro de él. Los muros son los principales causantes de la incomunicación entendida como inexistencia de intercambio de información. La falta de intercambio de ideas y emociones viene siempre acompañada de una ausencia de contacto humano que es necesario que concurra para que los muros caigan y la libertad se materialice.

Vivimos en una sociedad repleta de muros, clasificaciones y con una tendencia potente a la contracción interior, sostenida por una especie de profilaxis esterilizadora que nos va a dejar sin ideas, sin planeta y sin posibilidades de evolucionar. Intolerancia, xenofobia, patriarcado, nacionalismo, proteccionismo, racismo, dogmatismo, ideología y religión son algunas de las categorías que más muros levantan y que más medios disponen para evitar su derrumbe y para mantenerse como una gran fuerza interior que atrapa y no deja escapar, acorrala. Son ese tipo de muros y su proliferación los que tienen secuestradas la libertad y la justicia entre los humanos. En la naturaleza no hay muros, existen obstáculos y amenazas, pero no existe ninguna fuerza centrípeta que límite la evolución de las especies ni la biodiversidad. Por eso la naturaleza trasciende a los humanos y, cuando dejemos de estar, tal vez por habernos enredado con tanto muro, ella seguirá.

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Salvador Martínez Tarín / Con muros no hay libertad